Hoy vamos a hablar de eso de lo que las mujeres se quejan tanto como si es grande, pequeño, o como si tienen uno en Cuenca y otro en Albacete, y a los hombres les vale con cualquiera: ¿los pisos? Casi, los pechos. También llamados senos o berzas, según si estás en un congreso médico o en un polígono de Móstoles.
Y es que ayer supimos que…
Vamos, que el señor Zembic se ha tomado esta apuesta muy a pecho.
La cosa fue tal que así: un amigo le dijo al señor Zembic: “si te pones tetas durante un año te doy 100.000 dólares”. (Sí, dejad que los británicos tiren su dinero en lo que quieran: sus apuestas absurdas, su té de las cinco, pagarle una pasta a Fernando Torres…) Total, que Brian Zembic pensó “mira, si me pongo tetas, al menos me aseguro de tocar una cada día, que está la cosa fatal”, y tiró p’alante con la apuesta. Cuando pasó el año su amigo le dijo: “Esto… Brian, que lo de las tetas ya estaría, ¿eh? Cuando quieras te las puedes quitar”. Y él: “Jo, sólo cinco minutitos más…”. Y así han pasado diecisiete años y a Brian no le quita sus tetas ni Dios porque es la única manera que ha encontrado de que haya unos pechos en su cama cuando se despierta.
Y está encantado el tío. Dicen que se pasa el día preguntando: “¿has visto mis tetas?”. Y todos: “joder Brian, que ese chiste tiene más años que la Reina Isabel II –es que allí el chiste se hace con ella, no con la Duquesa de Alba –. Y él: “No, no, que no es lo del perro, que las miréis, que están muy turgentes esta noche”.
Y claro, sus amigos le odian, porque dicen que él antes molaba, que salías con él y de copa se pedía ginebra con limón y ahora se pide copa B y no entienden nada.
Yo la única explicación que le veo a que Brian no se quite el pechamen es porque debe ser más feo que Özil a punto de estornudar. Bueno, o que Özil a secas. Y como todos sabemos, la única manera de que la gente no te mire a los ojos es teniendo un par de tetas.