Si decimos que Rafa Nadal tiene más títulos que la Duquesa de Alba no le estaríamos haciendo los honores que se merece… a Nadal, la Duquesa nos da igual. Porque entre los títulos que tiene y que no puede morder se encuentra la capacidad de sufrimiento. Y su capacidad de sufrimiento es lo que tienen que aprender los niños en el colegio… bueno, eso y a esquivar los navajazos de los latin kings.
Ayer Rafa ganó su noveno Roland Garrós y sigue estando en ese terreno en el que nunca nadie llegará en la historia ni de cerca. Pero lo ganó de una manera especial: con molestias en el cuarto set, lesionado y con el fantasma de que le pasara lo mismo que en Melbourne, que una lesión le apartara de pelear por el Gran Slam.
Hace cinco o seis años, por ejemplo, podría parecer normal hasta perderse una final de Roland Garros (que de eso casi se encargan las teles este año, ya que Nadal habrá hecho partidazos pero hasta las semis no hemos visto nada) Digo que igual parecía normal perderse una final porque pensabas que era rutina ganarla, pero cuando seamos mayores… aparte de no tener pensiones, echaremos de menos ganar algún título porque este momento dulce que viven determinados deportistas españoles es posible que no vuelva, así que lo mejor es disfrutarlo.
Pero, ¿qué es lo mejor de él aparte de los títulos? El ejemplo que da, porque un deportista que seguro que gana cien mil euros cada vez que se saca el calzoncillo del ojete en cada partido, de puertas para afuera no hace ostentación de lo que ha ganado: viaja en vuelos regulares, no va a hoteles fuera de los que le pone la organización como otros tenistas de su estatus o, por ejemplo, no lleva un ayudante detrás que le lleva las raquetas cuando entra a la pista. ¿Son tonterías? Es educación y, sobre todo, es uno de los grandes valores que Rafa nos enseña a los demás.
¡Felicidades Rafa!
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