Ser padre es una alegría porque un bebé sólo trae felicidad a una casa, porque un bebé no te deja dormir porque está toda la noche llorando y tú te pasas seis meses con unas ojeras que pareces un oso panda, también se hace caca a todas horas y vomita por todas partes… bueno, igual no es tanta felicidad los primeros meses.
Por eso hay algunos padres que se la tienen guardadas a sus hijos por el tiempo que les han dejado sin dormir de bebés, y cuando los niños son más grandes les gastan bromitas como pequeñas venganzas. Por ejemplo, regalarle a tu hija una tablet.
Tuvieron que dejar de grabar porque la gracia se acabó en cuanto la niña les abrió la cabeza con el ladrillo. Un consejo: la próxima vez que le quieras regalar un ladrillo, regálale un libro de Lucís Etxebarría que dolerá menos en cuanto te lo tire a la cabeza.
En esta venganza, los padres han cometido el error de hacerla cuando la niña es demasiado grande y se puede revolver. Hay que humillar al niño cuando es más pequeño, como por ejemplo: metiéndolo en una sandía.
Aquí todo son beneficios posibles, porque le haces la putadita a tu hijo, él está feliz y si sale bien te forras en Youtube. Eso sí, mucho cuidado al hacer esta broma, ya que sólo se puede hacer en una sandía, porque si la haces en un melón y el niño se lo come, con lo que suelta el melón corres el riesgo de que el niño sea un aspersor.
Aunque este niño es un poco pequeño para que sea consciente de que le están gastando una broma, así que lo ideal es coger un término de edad medio entre la niña del ladrillo y el de la sandía porque así el niño es lo suficientemente grande como para poder ver una reacción divertida y no tan grande como para que te tire un ladrillo a la cabeza. Es el caso de la niña del flan.
Aquí el padre sí que ha cumplido su venganza y qué contento se va con el colesterol por las nubes.
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